Secuelas sexuales y emocionales a largo plazo del Abuso Sexual Infantil


Resumen

El abuso sexual infantil, es un fenómeno complejo, abordarlo de manera integral es un desafío profesional, social y político.

Las cifras muestran que lejos de disminuir, los casos aumentan. La mayoría de las investigaciones se centran en los efectos inmediatos o a corto plazo del Abuso Sexual en niños, porque son los que se abordan cuando aparecen los casos.

Las secuelas a largo plazo del abuso sexual infantil están poco estudiadas. No así las secuelas a corto plazo.

Se hacen entonces necesarios estudios más detallados, que releven las secuelas a largo plazo del abuso sexual infantil, en adultos que fueron víctimas en su niñez y siguen en el silencio. Y son muchos los casos, porque es también un tema transgeneracional y que necesariamente involucra a la educación sexual.

Es necesaria la comprensión de los efectos, de la atemporalidad traumática del abuso sexual.

“El trauma como registro de un pasado que sigue aquí y ahora siempre presente, en un psiquismo marcado y un cuerpo con huellas.”

El Abuso Sexual Infantil (en adelante ASI) es un problema social grave que ocasiona serias repercusiones psicológicas en quienes lo sufren. Muchas de esas consecuencias acompañan a la víctima durante toda su vida.

 El ASI es una de las formas más graves de violencia contra la infancia que produce efectos devastadores en el psiquismo.

Un niño es un sujeto en estructuración, que necesita del cuidado y de la mirada amorosa de los otros y del respeto de su singularidad para desarrollarse

Sin embargo, estas prácticas que han estado presentes en toda la historia de la humanidad, sólo han empezado a considerarse como un problema cuando se ha comprobado su impacto en la vida y el desarrollo de los niños y niñas víctimas de ASI y cuando finalmente se ha reconocido al niño como sujeto de derechos1.

La amplia extensión de esta problemática ha sido constatada, tanto a nivel internacional, como nacional, con cifras que oscilan alrededor de un 20% de la población infantil occidental (Organización Mundial de la Salud, 2014).

A partir de la visibilización cada vez mayor de casos de ASI, y de la llegada a la consulta de pacientes con padecimientos que tiene su origen en situaciones de abuso sexual en la infancia, surge la pregunta de ¿cómo algo ocurrido hace tanto tiempo continúa manifestándose?

Estudios cuantitativos sobre el Abuso infantil, revelan cifras muy altas y con un marcado sesgo de género, porque la incidencia es mucho mayor sobre las mujeres. La OMS calcula que 150 millones de chicas y 73 millones de chicos menores de 18 años tuvieron relaciones sexuales forzosas o sufrieron otras formas de violencia sexual con contacto físico en 2002.

En 2019 Sistema Integral de Protección a la Infancia y Adolescencia contra la Violencia (SIPIAV) registró e intervino en 4.774 situaciones de violencia hacia niños, niñas y adolescentes, lo que implica un promedio de 13 situaciones por día. De ellas el 24 % eran de abuso sexual (unos 3 casos diarios) pero eso lo registrado y dónde hubo intervención, supuestamente esa cifra siempre hay que multiplicarla por 3 o por 5.

Pero veamos otros países más progresistas: Suecia, Noruega, Dinamarca y Finlandia mantienen altos índices de violencia sexual. Esta “paradoja”, tal como la describe un informe de Amnistía Internacional se justifica por la persistencia de mitos y estereotipos de género que, junto a la existencia de leyes deficientes, han desembocado en “la impunidad de los violadores en toda la región”.

El documento, titulado Tiempo de cambio: justicia para las víctimas de violaciones en los países nórdicos, resalta que, a pesar de algunos avances legales en la última década, mujeres y niñas víctimas de violaciones en los países nórdicos siguen enfrentando importantes barreras legales a la hora de denunciar, lo que supone de hecho “negarles el derecho a la justicia y la reparación e incrementar la impunidad hacia este tipo de violencia”.

La persistencia de mitos sobre lo que es o no es una violación y los estereotipos de género, son, según los autores del estudio, los que provocan esta paradoja. Entre estos mitos se encuentra el de responsabilizar a la víctima del abuso que ha sufrido, la falsa percepción de que las violaciones se producen principalmente por desconocidos o que sólo un tipo de hombres pueden ser considerados como violadores.

En el informe, que está basado en entrevista a varias decenas de víctimas de Una de ellas, citada con el nombre de Tina, afirma que en el juzgado “era preguntada una y otra vez sobre lo que yo había hecho mal; por qué no evité la violación; cuanto había bebido; porqué no pedí ayuda; porqué no me fui en un taxi… Nadie preguntó al agresor por ninguna de sus acciones, por qué me siguió o por qué pensó que era correcto impedirme subir a un taxi”.

A pesar de que las circunstancias que afrontan las víctimas de violencia sexual en los cuatro países analizados no es uniforme, Amnistía recalca que “existen paralelismos inquietantes” en todos ellos y que los sus sistemas de justicia “ignoran, niegan y toleran tácitamente” la violencia contra las mujeres.

“El estigma social y la falta de confianza en el sistema de justicia tienen como consecuencia que muy a menudo las mujeres y niñas no denuncien las agresiones, y que quienes sí lo hacen se encuentren con unos sistemas de justicia insensibles y sesgados “.

Algunas sobrevivientes relatan en el informe que nunca habrían denunciado su violación de habar sabido cómo iban a tratarla, “y su historia es típica de unos sistemas de justicia desfavorables para las sobrevivientes de violación”, explica el documento.

De hecho, uno de los problemas más graves a la hora de evaluar la incidencia de este tipo de agresiones, es la falta de denuncia. Sólo en Finlandia, se estima que una de cada diez mujeres que sufren este tipo de agresiones nunca denuncia.

Según los datos que baraja la organización de derechos humanos, sólo en este país nórdico unas 50.000 mujeres son víctimas de violencia sexual cada año pero un ínfimo número de estas agresiones acaban en condenas. En 2017, última cifra disponible, en Finlandia se dictaron solo 209 sentencias condenatorias por este delito.

Dinamarca estima que alrededor de 5.100 mujeres al año son víctimas de violación o intento de violación, mientras que la Universidad del Sur de Dinamarca elevó esta cifra en el año 2017 a 24.000, un número alto para un país con una población relativamente pequeña (menos de seis millones de habitantes). Ese mismo año, solo 890 violaciones fueron denunciadas a la policía, de las cuales 535 fueron procesadas y 94 terminaron en condenas.

Secuelas a largo plazo

Las personas que han sufrido abusos sexuales suelen experimentar problemas emocionales diversos y complejos. La aparición de estrés postraumático, baja autoestima, culpabilidad o incluso sentirse sucio son frecuentes. E, incluso en aquellos casos más graves, pueden ser desencadenantes de la aparición de trastornos psicológicos más severos.

Todas estas secuelas suelen perdurar en el largo plazo, hasta ya avanzada la edad adulta o incluso de por vida. Esto significa que los abusos constituyen un tormento para las personas que los han padecido, del que es difícil librarse. Además, estos efectos suelen manifestarse en diferentes facetas de la vida: la autoimagen, las relaciones sociales y la sexualidad.

Muchas personas consiguen sobreponerse a los abusos con éxito. Sin embargo, también se dan casos en los que la víctima queda afectada durante años, o incluso de por vida.

En estos supuestos, lo más habitual es que la víctima vea gravemente alterada su vida sexual. Así, es común que no se disfruten de las relaciones íntimas. Otra secuela habitual consiste en la existencia de actitudes agresivas. Esta agresividad se puede mostrar hacia otras personas, en forma de maltratos, o hacia uno mismo, infligiéndose autolesiones. Una vez más, aquí todo variará en función del tipo y gravedad de abuso que se haya sufrido.

En los casos más severos, la víctima puede desarrollar un trastorno disociativo, como la amnesia, la disociación o la despersonalización. Estos desórdenes surgen como mecanismo defensivo de la víctima, intentando poner una barrera ante el recuerdo del abuso. En este sentido, se trata de una forma eficaz de bloquear los malos recuerdos; sin embargo, estos desordenes disociativos pueden llegar también a afectar gravemente la vida de quienes los padecen. En muchas ocasiones, el niño agredido por un adulto decide olvidar esos abusos, olvidarlos, como si no existieran. Pero antes o después, ese trauma termina saliendo (los expertos lo denominan “efectos durmientes”) y en ocasiones, las consecuencias son muy graves.

  1. Depresión. La depresión es uno de los efectos más comunes a largo plazo del abuso infantil. El niño se siente culpable por las agresiones sufridas y puede tener sensación de indignidad, lo que puede llevar a sentimientos depresivos.
  2. Ansiedad. Los adultos que de niños han sufrido abusos no confían en sí mismos, en su entorno o en el mundo en general. Experimentando sentimientos muy intensos de ansiedad durante la edad adulta.
  3. Problemas de relación. Cuando estos niños crecen, también pueden tener problemas de relación y sentimientos de baja autoestima. Por ejemplo, pueden permanecer en una relación abusiva o poco saludable. Si un niño crece en un hogar en el que el abuso es la norma, es más probable que ellos mismos permanezcan en esas relacione en la edad adulta.
  4. Comportamientos no saludables. Debido a que el abuso afecta los sentimientos de autoestima, puede llevar a comportamientos físicos poco saludables como los trastornos alimenticios, el alcoholismo, el abuso de drogas, la violencia
  5. Re-victimización. La investigación sugiere que los adultos, especialmente las mujeres, que fueron víctimas en la infancia, corren el riesgo de volver a ser víctimas en la edad adulta. Otro estudio encontró que todos los tipos de abuso infantil (abuso físico, abuso sexual y negligencia) se asociaron con un mayor riesgo de re-victimización de por vida.
  6. Comportamiento suicida. La evidencia demuestra asociación entre el abuso infantil y los intentos de suicidio en jóvenes y adultos. Los resultados de un importante estudio indican que los adultos expuestos a cuatro o más experiencias adversas en la infancia tenían 12 veces más probabilidades de haber intentado suicidarse que aquellos que no habían tenido experiencias adversas en la infancia.
  7. Trastornos alimentarios y obesidad. Los trastornos alimentarios y la obesidad son comunes entre los adultos que de pequeños sufrieron maltrato. Los estudios de investigación han mostrado consistentemente vínculos entre el maltrato infantil y la obesidad en la edad adulta.
  8. Abuso de alcohol y sustancias. A menudo se han hecho asociaciones entre el abuso infantil y el abuso de sustancias en la edad adulta. Los resultados de un reconocido estudio señalan que aquellos adultos con cuatro o más experiencias adversas en la infancia tenían siete veces más de probabilidades de considerarse alcohólicos, cinco veces más probabilidades de haber consumido drogas ilegales y diez veces más de probabilidades de haberse inyectado drogas en comparación con adultos sin experiencias adversas.

¿Cómo se tratan los traumas por abusos sexuales?

Un primer paso imprescindible para superar los traumas por abusos sexuales es afrontar lo sucedido. Aunque esto puede ser doloroso, es la única manera de poder superarlo efectivamente. Por el contrario, intentar ocultar su existencia solo suele servir para larvar un problema que se agravará con el tiempo.

El principal objetivo del tratamiento consiste en reelaborar y superar la experiencia traumática. Para ello, es fundamental procesar y entender lo que sucedió realmente cuando se produjeron los abusos; esto es así porque es necesario comprender e interiorizar que no existe culpa alguna al ser víctima. La única culpa es la de la persona que cometió los abusos. Una vez asumido esto, se inicia el proceso de luchar contra los sentimientos de ira y vergüenza.

El tratamiento de escuchar muchas veces es suficiente por sí mismo. En este sentido, la labor es esencialmente la de acompañar y ayudar al paciente en este proceso. Y muchas veces será necesario emplear medicamentos.

Lo más importante de este proceso es Ponerle nombre a ese daño horroroso: Esto que parece tan sencillo o simple, no lo es, no es un instante, no es un acto voluntario y racional inmediato, es un proceso que se va elaborando a partir de que se nomina el hecho. Luego de nombrar tímidamente lo que sucedió empieza lentamente a emerger todo el contexto de situaciones, personajes, emociones, sentimientos, de lo que fuimos, de lo que somos, de lo que podemos hacer con eso. Emerge una nueva persona con los recuerdos, con las vivencias pero reelaboradas. El proceso nunca termina, pero llega un punto dónde sí la persona se adueña del hecho de que sí fue víctima y de que hubo un victimario, de que no fue culpable, de que puede hablar de lo que sucedió y que debe hacerlo. Lo innombrable ya tiene nombre, cuerpo y explicaciones. Ya puede liberarse de cadenas. Y ese proceso es liberador.

Antecedentes bíblicos

Las citas bíblicas resultan esclarecedoras como antecedentes de violaciones e incestos en tanto irrupciones de la sexualidad adulta en el universo infantil y en la adolescencia, si bien no contamos con información suficiente para inferir los efectos de estas prácticas en sus protagonistas.

Si nos acercamos al mito bíblico, leeremos, a partir del Génesis, que en determinado tiempo varios ángeles descendieron a la Tierra por mandato divino. Tenían la misión de acercarse a Lot, quien habitaba en una ciudad que conocemos como Sodoma. En la primera mitad del capítulo 19 del Génesis, refiriéndose a la ciudad de Sodoma, se narra el intento de violación, llevado a cabo por algunos habitantes de la ciudad, contra los ángeles que se presentaron como huéspedes de Lot. El diálogo de Lot con esos que pretendían violar a los forasteros –alojados en su casa– es suficientemente explícito: “Y Lot les dijo: ‘Hermanos míos, no cometáis semejante maldad. Tened en cuenta que yo tengo dos hijas que no han intimado aún con hombre alguno. Permitidme que se las lleve afuera para que podáis hacer con ellas lo que os plazca. Pero absteneos de hacer algo a estos hombres, porque han venido a guarecerse bajo mi techo”.

Esta narración tiene un antecedente en el capítulo 19 de Jueces, que narraré sumariamente: un levita, con su mujer y su criado, no encuentra dónde alojarse, en la ciudad de Efraim; entonces, un anciano les ofrece hospitalidad. Vecinos de la ciudad pretenden violar al forastero y, para evitarlo, el dueño de casa les ofrece a su hija virgen: “Abusad de ella, haced con ella aquello que os plazca, pero con este hombre no cometáis semejante infamia”.

Se reitera el ofrecimiento de la joven virgen para la violación. La historia es más compleja: en paralelo, los vecinos deciden violar a la mujer del levita y así lo hacen durante toda la noche. Como consecuencia de ello y para evitarle el deshonor, su marido la descuartiza y reparte las doce partes de su cadáver entre las que serían después las doce tribus de Israel.

Fuentes:

  • Revello, María Noel. Barros Vieitez, Irene. La atemporalidad del trauma en víctimas de abuso sexual infantil. Su incidencia en la construcción del Psiquismo y los registros corporales. Artículo de Revisión. Revista Arbitrada. Psicología Conocimiento y Sociedad. Montevideo. Octubre, 2015.
  • Adela Montero V., Fresia. Caba Electra González. A. Principales consecuencias a largo plazo en la salud de las mujeres víctimas de violación Revista SOGIA, 2004.
  • OMS: https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/98821/WHO_RHR_12.37_spa.pdf;sequence=1

Escucha audios de Radio Sarandí a continuación:

Audio: Abuso sexual. Secuelas sexuales y emocionales. Parte I

Audio: Abuso sexual. Secuelas sexuales y emocionales. Parte II

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