Estrés y Sexualidad

Definición

El término inglés “stress” fue utilizado por primera vez en 1936 por el Dr. Hans Selye, quien luego introdujera el término del Síndrome General de Adaptación: el organismo reacciona ante ciertos estímulos defendiéndose, pero cuando claudica en sus defensas se desencadena una serie de síntomas y signos en distintos órganos o sistemas por activación del sistema neuronal, hormonal e inmunológico. Podríamos definir a la reacción de estrés como una reactividad del organismo cuando las demandas y exigencias superan los recursos y barreras defensivas.

El estrés es la epidemia invisible de este siglo y el nuevo desafío de la Salud Pública de aquí en más, y fundamentalmente, de la Medicina Sexual. Ninguna sociedad como la nuestra ha estado sometida a tantos y diversos estresores recurrentes y persistentes que nos mantienen en un estado de alerta continua. Un organismo en esta situación reserva todos sus recursos para la supervivencia de los sistemas vitales, y la sexualidad no es uno de ellos.

Entonces, desde un punto de vista patológico, el estrés desencadena una cascada de acontecimientos que da lugar a signos y síntomas característicos del estrés, entre ellos, los sexuales:

  • Reacciones emocionales: inquietud, irritabilidad, miedo.
  • Reacciones conductuales: llanto fácil, realización de movimien­tos repetitivos, hacer cosas sin finalidad concreta (como un “león enjaulado”).
  • Síntomas intelectuales: falta de concentración, reducción de la creatividad, deterioro de la me­moria.
  • Síntomas generales: sudoración, fatiga crónica, insomnio, contracturas, cefaleas, mareos, disfonía.
  • Alteraciones Cardiovasculares: taquicardia, palpitaciones, hipertensión arterial.
  • Alteraciones Respiratorias: disnea, hiperventilación.
  • Alteraciones digestivas: náuseas, diarreas, cólicos, sequedad de boca.
  • Alteraciones urinarias: deseos de orinar, polaquiuria.
  • Alteraciones hormonales: aumento de glucemia y lípidos en la sangre, hiperprolactinemia, problemas tiroideos.
  • Trastornos sexuales: disminución del deseo sexual, disfunción eréctil, anorgasmia, eyaculación precoz secundaria, dispareunia (dolor o molestias en la penetración).

¿Cómo el estrés afecta la sexualidad?

En general, el estrés puede afectar todas las etapas de la respuesta sexual, pero el impacto más importante es sobre el deseo.

Las disfunciones sexuales se producen por distintos mecanismos: aumento del cortisol y de la prolactina, disminución de la testosterona, descarga adrenérgica (con vasoconstricción de las arterias del pene, escape venoso), hipertensión arterial y disfunción endotelial. El eje Hipotálamo Hipófiso Adrenal dispara una cascada de respuestas frente al estrés, comenzando por la descarga simpática, liberación de hormona liberadora de la corticotrofina (CRF) del hipotálamo, liberación de hormona adrenocorticotrofina ACTH por la hipófisis. Durante una reacción de estrés permanecen durante largo tiempo los altos niveles de cortisol que finalmente producen daño corporal. Además los estímulos estresores actúan produciendo liberación de noradrenalina y adrenalina. Otras hormonas sexuales que intervienen durante la respuesta al estrés son:

  • Prolactina: que puede aumentar.
  • Testosterona: disminuyen en el estrés agudo y en la depresión.

Tratamiento

El primer objetivo es tratar de reducir el estrés lo máximo posible, y para ello hay varias recomendaciones útiles:

  • Reconocer el estrés y los contextos que lo desencadenan, este es qui­zás el aspecto más importante y menos atendido.
  • Alejarse del estrés en la medida de lo posible. Una mención especial merece el horario nocturno, ya que durante la noche el lugar de la cama debe estar reservado para sólo dos cosas: el sueño y la sexualidad.
  • Realizar ejercicio físico regular, no sólo para paliar el estrés y disminuir la ansiedad, sino para aumentar el deseo sexual y mejorar la calidad de vida en general.
  • Evitar los hábitos poco saludables para el organismo como comer comidas ricas en grasas saturadas o azúcares, fumar y beber alcohol o cafeína en exceso, o consumir otras drogas.
  • Implementar una dieta saludable y equilibrada, rica en frutas, verduras, legumbres y cereales. Evitar los ayunos prolongados.
  • Practicar técnicas de respiración, relajación, pilates, yoga o mindfulness
  • Socializar: salir con amistades a comer, caminar o cualquier actividad que disfrute.
  • En el caso de que el consultante sea una pareja se utilizarán fundamentalmente las técnicas basadas en el condicionamiento operante, que tiene que ver con el aprendizaje y el desarrollo de nuevas conductas en función de sus consecuencias. Por último, en el caso del diagnóstico de otras disfunciones sexuales, ellas deberán ser tratadas en forma concomitante.
  • Farmacoterapia: En ocasiones, puede estar indicada además la utilización de fármacos con acción reconstituyente y energizante: asociaciones de vitaminas, aminoácidos y minerales. En ocasiones la utilización de antidepresivos del tipo de inhibidores selectivos de recaptación de Serotonina -ISRS- o inhibidores de recaptación de Noradrenalina y Dopamina -ISRND-. O bien los de última generación de acción multimodal como la. Aquí, como siempre, se debe hacer un balance entre los beneficios y las reacciones adversas.
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