Resumen
El lenguaje de la seducción tiene una base biológica.
Gran parte de nuestro cortejo tiene su origen en la evolución de los vertebrados. Para impresionar a nuestra pareja, usamos movimientos corporales, gestos y posturas.
Podemos observar los pequeños rituales de cortejo que se ven en ascensores, en el ómnibus y en el lugar de trabajo: modos de mirar, maneras de leer los ojos, modo de sentarse, de estar de pie, de posar, de caminar, y de tomar una copa .
Conocer el vocabulario no hablado de las señales del amor supone una ventaja. Cuanto más se sabe sobre el idioma no verbal de la atracción, más fácil resulta encontrar un amor.
Hay que recordar que el cortejo es no verbal en un 99%. Lo que se dice importa menos que el hecho de decirlo.
La palabra cortejo evoluciono a partir de la raíz indoeuropea (gher), de 7.000 años de antigüedad y significaba ‘agarrar o envolver’.
En toda cultura, los seres humanos consiguen la proximidad de la intimidad sexual a través del cortejo, negociación habitualmente lenta basada en el intercambio de signos no verbales y palabras.
Las cinco fases del cortejo
Como proceso no verbal, el cortejo va pasando lentamente por cinco fases diferenciadas. Las fases son las mismas en todo el mundo: Atención, Reconocimiento, Contacto verbal, Contacto físico y Relaciones sexuales.
Cada fase tiene sus propios signos, señales y gestos. Como los candidatos a pareja se ponen a prueba mutuamente antes de unirse, el cortejo raramente se acelera. Si se va demasiado rápido —si se dan demasiadas señales a la vez o se emiten alterando el orden de las fases—puede asustarse a la otra persona. La paciencia es la clave universal. El vínculo de pareja va formándose gradualmente a través de un intercambio de señales coreografiado que acaba permitiendo la proximidad física y emocional.
Fase uno: Llamar la atención. En la primera fase del cortejo o fase de la atención, los individuos emiten señales para anunciar: «Estoy aquí» y «Soy mujer» («Soy hombre»). Con su ropa, maquillaje, gestos y acciones, se emiten mensajes no verbales en todas direcciones para atraer la atención mucho antes de llegar al intercambio de palabras. Al mismo tiempo, los gestos de negación de amenaza indican: «No voy a hacerte daño». Charles Darwin llamaba a estas señales de inocuidad: “muestras de docilidad‟.
Emitimos cientos de mensajes de invitación, desde la risa en decrescendo que emite una mujer para anunciar su presencia en una fiesta a la postura tímida del hombre, con las puntas de los pies hacia dentro, que incitan al acercamiento.
Demuestra que no representas ningún peligro
Para algunos animales, enviar las señales adecuadas en el cortejo es cuestión de vida o muerte. Pensemos, por ejemplo, en la tarántula macho, que debe acercarse lo suficiente a su gruñona pareja para insertar una carga de esperma en su interior. Si diera un paso demasiado atrevido al introducirse en la madriguera ella lo atacaría, tomándolo por un depredador o una presa.
Las tarántulas macho deben acercarse lentamente, porque el movimiento lento lleva el mensaje implícito de «no voy a hacerte daño». Cuando se la encuentra de cara, a oscuras, debe acercarse y rozar su cuerpo suavemente, con gran precisión; si no, la hembra lo mataría allí mismo. La psicología del cortejo de las arañas no es tan diferente a la de los humanos. Si un hombre arrincona a una mujer en un bar de solteros —si se le acerca de golpe, sin inclinar el cuerpo hacia delante, ladear la cabeza, encoger los hombros en señal de docilidad o extendiendo una mano con la palma hacia arriba— el lenguaje corporal de ella puede que le diga (figuradamente, por supuesto) que se vaya al infierno. Tensará los labios y se girara en el taburete, apartará la cara y el cuerpo completamente y le dará la espalda.
Fase dos: Reconocer la respuesta o leer el brillo en los ojos. La fase de reconocimiento
« ¡Estoy aquí! ¡Soy mujer! ¿Me ves?». Las señales de reconocimiento informan de que la otra persona no ha pasado desapercibida. Son las señales que se reciben en respuesta a las emitidas anteriormente. Por ejemplo, una mujer puede comprobar la reacción de un hombre ante su presencia física acercándosele con una copa. Si este levanta los hombros, ladea la cabeza y sonríe, su lenguaje corporal dice que le gusta tenerla cerca.
Por otra parte, una cara inexpresiva, de póquer, o una inclinación del cuerpo hacia atrás demuestran indiferencia. Las muestras de reconocimiento demuestran la posición que se ocupa en una relación antes incluso de decir “hola”. Y lo que es más importante, revelan a quien se le debe decir «hola».
Fase tres: Comunicación verbal o que decir y como decirlo. De las expresiones verbales que indican la presencia, el sexo y la seguridad, se pasa a la tercera fase del cortejo, la fase de conversación. Las señales intercambiadas en las fases anteriores permiten a las parejas atravesar la barrera invisible de la ansiedad ante un extraño.
Este muro invisible de desconfianza es tan grande que muchas parejas potenciales nunca llegan más allá de los gestos para pasar a las palabras. Los hombres y mujeres que sienten una fuerte atracción mutua pueden sentirse incapaces de conectar mediante palabras durante meses o incluso años.
Algunos piensan que no habría que hablar con extraños si no se tiene nada ocurrente o importante que decir. Hay que recordar que el cortejo es no verbal en un 99%. Lo que se dice importa menos que el hecho de decirlo. Las investigaciones sobre saludos iniciales demuestran que un simple «¡hola!» funciona la mayoría de las veces entre los hombres y en todos los casos entre las mujeres. El lenguaje de la seducción descodifica estos gestos preliminares y demuestra como los movimientos de labios, ojos, cejas, cara, cabeza, hombros, brazos, manos y dedos ayudan u obstaculizan la comunicación verbal. Al acercarse el momento de hablar cara a cara, las señales no verbales de agrado, confianza, decepción o voluntad de compromiso son evidentes a la vista.
Fase cuatro: El lenguaje del tacto. La fase del contacto físico empieza con el primer contacto táctil, desde un roce accidental con las rodillas bajo la mesa a una palmada más deliberada sobre los hombros o la espalda. Tras el olfato, el tacto es el sentido más antiguo de la humanidad. Los mensajes táctiles son tan potentes que los primeros contactos corporales deben hacerse con precaución. En un restaurante, si un hombre alarga el brazo hacia una mujer por encima de la mesa, ella puede interpretar su acción como una invitación al tacto. Para hacer la prueba, ella debería colocar la punta de los dedos sobre el antebrazo de él y decir algo como:
«Estoy contenta de que hayamos venido aquí». Eso le permite analizar la voluntad que puede tener el de recibir el contacto antes de intentar darle la mano tras la cena. Se sorprende y retira el brazo. Puede que no esté listo para la fase táctil del cortejo. Si se relaja, se inclina hacia delante y le toca la mano, entran con éxito en la fase cuatro.
Fase cinco: Relaciones sexuales. Cuando los miembros de una pareja se sienten cómodos con el contacto físico, el siguiente paso puede ser el contacto sexual. La fase más íntima del cortejo, como las anteriores, está repleta de mensajes no verbales. Los abrazos, las caricias, las miradas cara a cara, los mimos y los besos se imponen, porque a ambos les gusta tratar y que su pareja les trate con la ternura con la que se le trata a un niño.
Sexualmente, las zonas táctiles más efectivas en la fase cinco son los muslos, el trasero y las ingles. Los anatomistas llaman a esta última región la piel sexual. El contacto físico de estas zonas prepara a los órganos sexuales.
El contacto verbal prosigue. Las parejas intercambian palabras con un tono más suave y agudo. A través del sonido, las palabras acarician físicamente con tanta suavidad y persuasión como las yemas de los dedos. Nuestros primitivos ancestros anfibios oían las vibraciones enviadas como señales táctiles a través de la mandíbula inferior. Millones de años más tarde estás mandíbulas sensibles se convirtieron en el martillo, el yunque y el estribo del oído interno. Nuestro cerebro aún responde al lenguaje del amor como forma de contacto íntimo.
Tras hacer el amor, el cortejo se desvanece y los mensajes de este tipo entre la pareja disminuyen. Hay quien dice que la relación pierde su magia, pero suena más correcto decir que, tras negociar la intimidad, la pareja ya no necesita renegociar con el mismo empeño.
Como la proximidad no es el problema que era anteriormente, no es necesario intercambiar tantas señales para conseguirla. Tener la proximidad asegurada hace que el lenguaje corporal de los amantes se vuelva notablemente más tranquilo que el de las parejas que aún no han hecho el amor.
En el cortejo, la información es poder. Conocer los gestos que funcionan mejor que las palabras te da una clara ventaja a la hora de encontrar un compañero. Las señales no verbales excitan más profundamente las zonas cerebrales de las emociones, donde se encuentran los instintos de apareamiento. Las expresiones faciales, los movimientos corporales y las posturas se registran de un modo más inmediato que los sonidos lingüísticos del habla. Tal como saben los grandes viajeros, no hace falta hablar la lengua de un lugar para poder flirtear.
Fuente: El Lenguaje de la Seducción. David Givens
El orígen de las especies. Charles Darwin
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