Resumen
Hay muchas razones por las cuales uno querría trabajar desde casa al menos algunos días por semana. Pero en estos tiempos no es cuestión de elección: para muchos trabajadores, el COVID-19, impuso el teletrabajo de forma obligatoria.
De alguna manera, se ha puesto en práctica el teletrabajo a escala mundial. Y no sólo actualmente, sino que es una perspectiva a futuro.
Teletrabajo: un concepto en movimiento
Un libro recientemente publicado sobre teletrabajo cuenta que existe una evolución de este concepto. Al principio se hablaba de “oficina en el hogar”, ya que el hecho de poder tener tecnología como computadoras e internet en la casa abrió la oportunidad de trabajar fuera de la empresa. Luego se pasó al concepto de “oficina móvil”, ya que los teléfonos celulares, laptops y tabletas permitieron que el teletrabajo no tenga que ser exclusivamente desde el hogar, sino desde cualquier lugar donde haya una conexión a internet. La última etapa de esta evolución es la “oficina virtual”, que expande el concepto anterior con la aparición de los teléfonos inteligentes y la capacidad de tener información en la nube. Hoy en día, todo lo que necesitamos para teletrabajar entra en la palma de la mano.
https://www.iadb.org/es/trabajo-y-pensiones/el-futuro-del-trabajo-en-america-latina-y-el-caribe
Ventajas y desventajas del teletrabajo
El teletrabajo ha sido uno de los temas más destacados en el contexto del coronavirus, ya que muchas empresas han pedido a sus empleados que trabajen desde casa. En este debate hay tres aspectos fundamentales que recogen algunas de las ventajas y desventajas de teletrabajar:
los horarios de trabajo
el equilibrio personal-profesional
y la productividad
En primer lugar, a pesar de que da mayor flexibilidad de horarios, el teletrabajo hace más difícil definir de qué hora a qué hora trabajamos, pudiendo tener efectos negativos en nuestra salud mental, física y sexual.
En segundo lugar, a pesar de que el teletrabajo puede considerarse una herramienta que tiene efectos positivos en el balance entre la vida personal y la vida profesional, también puede terminar teniendo justamente el efecto opuesto si se borran las fronteras entre estos dos ámbitos (sobre todo teniendo en cuenta que, como decíamos más arriba, en esta oportunidad las personas están teletrabajando con su pareja y sus hijos en casa).
En cuanto a productividad, más allá de los efectos positivos o negativos que tenga para la empresa, en cuanto al tema específico que nos convoca me gustaría referirme a los conceptos de productividad del individuo y no a los de la empresa. Para ello me gusta citar a un filósofo contemporáneo sudcoreano Byun Chun Han. Vivimos en una sociedad cargada de hiperproducción, de hipercomunicación y de hiperrendimiento. Con respecto a este último concepto, Byung-Chul Han afirma que ahora las obligaciones son mayores que antes por cuanto ellas están determinadas por “tu” rendimiento. Pero tener y sostener el rendimiento produce autoexplotación y enfermedades. Esto genera cansancio, el cansancio de ser uno mismo, de autoobligarse a rendir igual o cada vez más, de vivir la ilusión de pensar que cuanto más activo nos volvamos, más libres seremos.
Entre otras, una característica del hombre actual es la demanda de atención a la que se ve expuesto nuestro cerebro en forma constante. No se trata sólo de multitarea sino de un cambio de tarea continuo y reiterado dado por el uso de las herramientas tecnológicas: a la vez que escribimos un texto, respondemos un Twitter, un mail, comentamos en Facebook, nos llega un aviso de un diario, otro titular de un semanario, un mensaje de texto o un WhatsApp. Esto tiene un alto costo para el cerebro: estrés, ansiedad, agotamiento, disminución del rendimiento físico, cognitivo y sexual.
Entonces, desde un punto de vista patológico, el presente siglo no sólo es viral sino neuronal. Y esa carga neuronal es la que precisamente desencadena una cascada de acontecimientos que da lugar a signos y síntomas característicos del estrés: entre ellas la pérdida del deseo sexual y otras disfunciones sexuales
A ello se agrega, que el teletrabajo ha determinado que las parejas convivan más horas juntas en el mismo espacio simultáneamente, esto que en apariencia pudiera parecer “romántico” o hasta deseable, lejos está de serlo. Aún más si consideramos el tamaño promedio de las viviendas. Es inevitable que pasen muchas horas juntos. Se instala el llamado “síndrome del gabinete”. Las parejas están constituidas por individuos que necesitan espacios y tiempos para sí mismos, no estamos hechos ni constituidos para ser las mitades del otro. Esto termina generando cansancio, aburrimiento, tedio, y el fin del erotismo. El otro u otra pasa a ser un hermano u hermana en lugar de la pareja deseante que antes esperábamos para un encuentro sexual. Ahora la noche es una prolongación del día
Impacto en las mujeres
La rápida propagación del Covid-19 y las medidas institucionales de promoción del aislamiento social que se están aplicando en la mayoría de los países, ponen en evidencia uno de los eslabones más débiles de nuestra sociedad: las desigualdades de género en el mundo laboral y en las tareas de cuidados.
- Esta situación de quedarse en casa tensiona los cuidados y las responsabilidades laborales durante todo el día, sin la distancia que puede ofrecer la oficina o espacio laboral y el centro de cuidados/educativo.
- Sin embargo desde diversos discursos se aprecia una romantización del “Quedate en casa”, que invisibiliza ciertas problemáticas de cuidado y del empleo en condiciones de vulnerabilidad, en muchos de los cuales predominan las mujeres.
Están muy presentes los mensajes sobre el disfrute y el placer de estar en casa, de compartir el tiempo en familia, pero sin dar cuenta de la carga que esto significa para las mujeres.
Esto se constata a diario en la práctica: las mujeres se han visto sobrecargadas en las demandas y por tanto es natural que haya una pérdida más pronunciada del deseo sexual, mucho más que en el varón.
Sabemos que el teletrabajo llegó para quedarse, no es sólo un fenómeno pandémico, sino también postpandémico.
Ahora bien, la cuestión es ¿qué haremos para no rendirnos ante la inminencia de una era tecnológica que desplace al erotismo de nuestras vidas.?
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